Comentario
Tan fuerte personalidad tuvo Praxíteles, y tan elaboradas y perfectas fueron sus obras, que no extraña la pasión que por él sentirían los coleccionistas romanos: para muchos de ellos simbolizaría la escultura clásica aténiense, incluso por encima de Fidias. Y no es casualidad que esa misma función fuese cubierta, en el campo de la pintura, por Nicias, un contemporáneo y amigo de nuestro escultor.
Nicias fue, en efecto, quien dio a las más bellas esculturas de Praxíteles su gánosis, su colorido, su perfección tactil; y esa experiencia, que posiblemente tuvo en su juventud, le sirvió de base después en su trayectoria independiente como pintor. Así, es lógico que se le recordase por la delicadeza de sus cuadros de mujeres, y por el interés que ponía en el suave modelado de sus sombras. Incluso se piensa que debió ser el primero o de los primeros en sombrear el cuerpo femenino, añadiendo este perfeccionamiento a los hallazgos de Parrasio y Zeuxis.
A la luz de estos criterios, no resulta disparatado pensar que conservamos copias de dos de sus cuadros más famosos. En la Andrómeda vemos cómo Perseo, oscuro como corresponde aún al convencionalismo de la tez masculina, ayuda a bajar a la pálida doncella, delicada como una Afrodita de Praxíteles y vestida con telas armónicas y brillantes. Es curioso ver cómo, a mediados del siglo IV a. C., la pintura ignora aún la perspectiva del suelo, prefiriendo llenar de piedras el paisaje, a la vez que limita el mar a un simple espacio azul, y resalta con fuerza los tonos de los personajes sobre un fondo idealizado, unas rocas claras, casi blanquecinas. Es lo mismo que podemos comprobar en la lo, donde la heroína, guardada por Argo, espera a su liberador Hermes. Fue una obra tan famosa que Augusto y Livia encargaron para su morada del Palatino la mejor copia llegada hasta nosotros. Con ello marcaban una moda: en su época se cubrieron los muros de las casas romanas con cuadros aticistas, que copiaban, exagerándolas hasta la caricatura, las características del estilo de Nicias.
Pero Nicias, como Praxíteles, no es sino la punta visible de una escuela numerosa, la que en pintura se suele llamar escuela tebano-ática. Por desgracia, de los demás pintores de este ambiente poco sabemos además del nombre, una o dos características y el título de algún cuadro: ante nosotros desfilan en los textos las sombras de un Nicómaco, de un Arístides de Tebas, del ya conocido Eufránor de Corinto o de otros artistas más, tan famosos en la antigüedad como imposibles de recuperar hoy. Sólo podemos suponer que su arte se reflejaría en algunas copias romanas como la Entrega de Briseida hallada en Pompeya o el Sacrificio de Ifigenia reproducido en un famoso mosaico de Ampurias. Porque a estas alturas del arte griego, ya resulta dificilísimo hallar reflejos de la gran pintura creativa en la cerámica de figuras rojas ática, a punto de extinguirse: sólo alguna que otra vasija del llamado estilo de Kerch es capaz aún de sugerimos la armonía de una figura o el leve equilibrio de una composición de la época, haciéndonos soñar con tantas obras perdidas.